martes, 29 de diciembre de 2015

Confianza y credulidad tecnológica

Otra cumbre contra el cambio climático en marcha. Seguro que otra vez los hay que esperan que unas supuestas mejoras tecnológicas lo arreglen todo, mejoras centradas en la eficiencia y en la reducción de emisiones contaminantes por ejemplo. Quizás porque ahora tenemos unos aparatos muy eficientes, pero muchísimos más electrodomésticos que hace 25 años por ejemplo, contemos los de mediana y larga edad que andamos por aquí los aparatos que había en casa cuando éramos niños o bastante más jóvenes y los que nos rondan ahora por casa. No pasa día que no carguemos el móvil y algún que otro aparato más, somos auténticos devoradores energéticos, unos gulas de la energía bordeando el canibalismo. Tampoco entraré en los residuos que parece que nos dejan las últimas tecnologías, ni en los comentarios sobre que el coche de hidrógeno que no contamina. Claro el hidrógeno no contamina en la ciudad donde circula el coche, ¿pero que se quema para conseguir la energía que nos permite obtener el hidrógeno? No hablemos del coche de agua, ese es verdad que no contamina, pero porque no anda. 
No es fácil hacer las cosas bien desde un punto medioambiental. Si no cuadra se hace cuadrar, y punto, tal como ha saltado hace unos meses la denuncia sobre el software de los coches de poca emisión contaminante de la alemana Volkswagen. Unos programas que estaban pensados para engañar a los aparatos medidores de las emisiones. Casi nada, no debe ser fácil programar eso, pero debe ser más fácil que la alternativa de hacer bien las cosas. ¿Quién iba a pensar esa máquina y la tecnología limpia que nos prometen nos iba a engañar? O engañar a otra máquina, y menos si son catalano-alemanes. Eso es cosa de griegos, y españoles. Todos confiábamos, porque de hecho también queríamos creérnoslo. ¿Pero una empresa tan potente como el grupo Volkswagen no es capaz de crear coches eficientes y las otras compañías sí? A mí me cuesta creerlo la verdad y tiendo a pensar que algo parecido deben hacer las otras marcas. Ojalá me equivoque. No sé como se ha descubierto el fraude alemán, apuntaba Rafael Poch en un artículo que podría parecer responder a un conato de guerra comercial entre la USA y la UE, con USA como claro agresor y con poca voluntad de encontrar las mismas prácticas en sus marcas de coches a cuenta de las negociaciones del oscuro TTIP.  
Volkswagen hace un programa para engañar y engaña a otra máquina con otro programa que mide. Pero en este caso cuenta mal. Un maldito contador. ¿Alguien sabe aquí cómo se validan por ejemplo los nuevos contadores eléctricos de la luz? ¿Cómo puedo yo comprobar que mi contador de la luz funciona correctamente? La verdad es que me lo creo, el mío está alquilado al monopolio regional tradicional de Barcelona aunque pague la luz a Som Energia. Menudo timo todo esto por cierto de los servicios básicos monopolistas, no hay medida más justa que nacionalizar el sector de la luz, cosa que no hace tantas décadas no hubiese sido ni de derechas ni de izquierdas. Aprovecho que lo contrario, la actual situación es injusta. Y no fastidien con que estos servicios no los pueden dar empresas públicas, cuando la FECSA (Endesa) de toda la vida está en manos de una empresa de la que el gobierno italiano controla como el 30%. Cosa más normal de lo que parece, Volkswagen aún es hoy propiedad del Land de Baja Sajonia (en un 20%). Ahora háblenme de Corea del Norte, Cuba, Venezuela, … y Alemania  e Italia claro. 
Aquí podría ser una buena y mediática acción: informarse de quien nos valida los contadores electrónicos de la luz y que alternativas tengo de elección del contador sin pasar por las horcas caudinas de los imperios empresariales de siempre. Pero en el fondo hasta yo confío, como confío en no tener ningún problema con mi bono del metro de Barcelona donde no acabo de ver nunca bien marcada la escritura de mis viajes de mi T50-30. Después de picar, ¿cómo puedo comprobar que ha marcado bien la máquina si se escribe un viaje encima del otro o encima de otros textos? La confianza es cómoda y hasta necesaria. 
Y acabo con un caso mucho más dramático. Entre los años 1985 y 1987 un nuevo modelo de máquina para radiación costó la vida a 6 personas porque en el nuevo modelo se confió todo al software y nada al control mecánico anterior. Algunos paciente se quejaron, pero “Además había mensajes de error poco claros hacia los operadores (todo un clásico), y como se depositaba tanta confianza en el software, tanto los operadores como los programadores no creyeron a los primeros pacientes que se quejaron, diciéndoles que eran cosas suyas (otro clásico: demasiada confianza en el software).” No sé quién explicaría la situación mejor.
Es cierto que sin confianza no se puede ir a ningún lado, pero piense en todo esto la próxima vez que hablemos de voto electrónico en vez de la clásica urna verificable por cualquier español que se quiera colar al recuento.

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