miércoles, 10 de junio de 2015

Barcelona es Sant Jordi

Los lujos de verdad no valen dinero, o valen poco dinero. No hay mayor lujo que un día como hoy en Barcelona. Empieza el calor y el sol acostumbra a acompañar y, aunque hay que ir al trabajo, la sensación es muy festiva. Como lujo fue estudiar la carrera en pleno centro de Barcelona, en el edificio histórico de la UB. Del patio en forma de claustro a clase, y de clase al claustro. Eso en Sant Jordi no tiene precio, como se encargó de hacernos saber el profesor de Geometría Diferencial de Curvas y Superficies una tarde de aquellas, sorprendido al ver a suficientes alumnos dentro del aula. Casi pareció una bronca aunque con sonrisa. Con el sol que hacía fuera, con los libros y las rosas, con la primeras visiones de la piel otra vez, con el bullicio ciudadano, amoroso y cultural justo al lado de aquellas paredes.
Esto en el centro, pero en este modelo de ciudad que nos gusta, policéntrico y mediterráneo, la temperatura, la gente, las rosas y los libros aparecen por toda la ciudad. Sólo nos faltarían almendros. Desde que conocí a Zeta, no en la facultad ya que allí rehuía a tipos como yo, ha sido habitual cogernos fiesta y pasear. Rara vez por las Ramblas, auténtico suplicio. Con sus rituales, elegir rosa, pensar cuando y cómo por los acarreos previos y posteriores. Elegir libro para el otro o para uno mismo.
A veces pienso en que si no debería dejarle una lista de libros para explicarle quién soy al Senyoret G (1!). Aunque hará sólo un par de años, no sé si de verdad recuerda cuando, echando en falta a su padre entre el público, lo descubrió haciendo de Sant Jordi en la pequeña representación del patio de la guardería: “mama, el papa és allà, és sant Jordi, però mira mama, que es ell”. Por cierto mi papel tenía censurada la frase donde le decía al Dragón que lo iba matar.
Como decía, aunque no se haga fiesta laboral el ambiente llega a todos los barrios de la ciudad y de todas las ciudades de Catalunya. En el llamado 22@ (Poble Nou) aprovecharé el mediodía, cogeré un bocadillo y buscaré un libro para Zeta por la Rambla del Poble Nou, dejaré la rosa para luego. Para el Senyoret G me acercaré por las pequeñas calles del centro del Poble Nou a La Petita, gran descubrimiento del año pasado. Una librería sólo infantil donde recomendar es decir poco. La dependienta me explicó, interpretando las propuestas de cuento, para quedarme con el de “Finn Herman” sobre los problemas de percepción de seguridad para su cocodrilo doméstico. Diría que la dueña del cocodrilo era muy occidental. La rosa será llegando a casa y si es posible otro paseo por Plaça de Sants entre sus paradas de libros. 
No sé cual me compraré y reconozco que debe ser difícil regalarme un libro. Pero siempre me acordaré  de los que he recibido de “Erec y Enide” de Manuel Vázquez Montalbán. Dedicado por él por cuenta de mi madre en un periodo de no deseada soledad amorosa. Mi madre oyó que estaba firmando libros y allí se fue con mi padre. Mis padres y la radio, otra afición. Otro lujo compartido en ese libro que tiene a mis padres y a Montalbán. Una voz que reconocí con los años que era de un colaborador del locutor favorito de mi madre, ahora retirado y que no sé con quién lo ha sustituido.

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