martes, 12 de enero de 2010

Constitución sí, ¿monarquía también?

Publicado y comentado en Debate Callejero el 05/01/2010.

Otro añito más para nuestra constitución y ya van 31. Otro año más con los mismos tópicos sobre la modélica transición del franquismo a la democracia y bla, bla, bla. Como siempre, como todos los días, no habrá faltado el que nos dirá que el pueblo español, perdón, el PUEBLO ESPAÑOL, dijo sí a la monarquía aquel 6 de diciembre.

Habrá pocos reparos en asumir el referéndum constitucional como un gran SI a la monarquía en los medios de comunicación realmente existentes, y mira que hay peros, tantos como falta de pluralidad informativa. Es necesario desperezarse para intentar colarse por donde se pueda y encontrar tiempo para disentir.

Pocos recordarán que en casos similares, por ejemplo en la Italia de los 40 que salía del fascismo y la segunda guerra mundial, o en la Grecia que dejaba atrás la dictadura de los coroneles se plebiscitó directamente la forma de estado, república o monarquía. No se coló de rondón en la constitución sino que el pueblo fue llamado a posicionarse previamente. Quizás en estos dos países estaba claro en qué bando estaba cada uno, y sobre todo quién había derrotado a la dictadura. Y ciertamente aquí no se derrotó a la dictadura ni a los que la mantenían y fue ésta quien decidió sobre la Jefatura del Estado.

Ya el primer gobierno sin Franco, el nombrado directamente por el rey, y a su gusto, fue trabajando para no hacer debate de esto, y hacer pasar por el aro a quien quisiera se legal. No descubriré nada si recuerdo que aceptar la monarquía y su bandera era, junto a condiciones como abandonar la estructura en células, uno de los requisitos que le puso Suárez al PCE para poder concurrir a las elecciones. Ciertamente a los comunistas les hubiese costado forzar el debate y el principal partido de la lucha antifranquista prefirió poder defender con mínimas condiciones otras prioridades de carácter más social. Luego esas prioridades, aunque letra constitucional, nunca han sido derechos de primera. En definitiva, poca deportividad real, la verdad.

No aceptar la monarquía de primeras, ser partido explícitamente republicano, impidió a otros partidos poder presentarse como tales a las elecciones de 1977, ¡a las primeras! Que por cierto no estaban convocadas como constituyentes. Feo, feo, lo uno y lo otro. Así, si las elecciones fueron celebradas el 15/06/1977, partidos como ERC fueron legalizados 2 mese más tarde, el 02/08/1977. El verano ayuda a estas cosas. Así, ERC tuvo que acogerse para sacar como diputado a Heribert Barrera a una candidatura constituida por el Partido del Trabajo, también ilegal. Otra interesante historia por cierto.

Y quizás tampoco durante la campaña se pudo ser demasiado duro con exigencias republicanas. Se ha hablado de censura a un video electoral de la Liga, la mítica LCR, encabezada por Jaime Pastor, delante de la zarzuela, haciendo unas consideraciones sobre el inquilino del palacio. Si uno no se puede presentar a unas elecciones de las que uno prevé que se hablará de la forma de estado como partido republicano y no puede argumentar el porqué de su republicanismo, vamos muy mal de espíritu democrático.

Pero sobre todo, pesaría el miedo a volver atrás. El querer afianzar derechos y esperanzas, las ganas de paz. En la forma de explicarnos nuestra propia historia, la violencia de la extrema derecha es obviada o matizada. Pero hay que recordar que había muertos en la mesa de discusión. En una violencia que nunca incluye el llamado “ruido de sables”. ¡Curiosa forma de hablar de la amenaza al uso de la violencia militar! Pero, ¿cómo llamar a este uso del terror en la memoria de tantos españoles con finalidades políticas?

Resumiendo, que hay monarquía, sí, pero darla como legitimada en el referéndum del 79 es estirar mucho los conceptos y olvidar la situación de aquellos años: un todo o nada con nuevos demócratas de toda la vida que controlaban el proceso, debates abortados, imposibilidad de defender la república con mínimas condiciones y recurso al miedo para no dejarnos ir más allá.